Monumentos (Trabajo en progreso)

Monumentos – Rubén Romano

La palabra monumento proviene del latín monumentum, que significa "algo que recuerda". En sus orígenes, el monumentum no era necesariamente enorme, sino que su característica principal era la de ser público. En español, no obstante, lo monumental es primordialmente un objeto, escultura u obra arquitectónica de grandes dimensiones.

En el suelo de St. Paul Cathedral de London, en una sencilla losa que cubre la tumba de Christopher Wren, uno de los arquitectos más famosos de Inglaterra, se lee "Lector, si requiris monumentum, circumspice" (Lector, si buscas su monumento, mira a tu alrededor).

Tal vez por cosas como ésas es que, para mí, el monumento es, esencialmente, mortuorio. El recordatorio de alguna personalidad de valor histórico (siempre sospechoso), de algún evento o, simplemente, el señalamiento de algún punto geográfico.

Los monumentos de Romano vienen a dar otros significados al término, donde claramente un gigantesco tatú carreta no hace referencia a ninguno que haya alcanzado las dimensiones de prócer.

Ante un Snoopy inflable que nos observa solitario desde el borde de una ruta, no cabe sino preguntarse el porqué de su presencia allí, y, siendo más ambiciosos, el mensaje oculto de esa presencia.

No hay respuestas concluyentes.

Monumento a qué pueden ser la carpa del circo a orillas de la autopista, el carrito para cargar ataúdes? Y sin embargo lo son, en el sentido latino del término, algo que nos recuerda, quizá la infancia uno, la finitud el otro. Memento Mori.

Las esquinas y los paisajes del conurbano bonaerense, funcionan como un recordatorio de aquello que tal vez elegimos no ver. Evita inmortal preside una pecera kitsch, y un planisferio continúa indefinidamente en una pared cómplice. Un San Martín perdido entre médanos y ladrillos, quizá el más "monumento" de todo el trabajo, parece mirar como queriendo encontrar su sitio entre este catálogo de animales y vírgenes dudosas. La religión y los santos populares conviven con enanos de jardín que han visto días mejores. Y en el mismo lodo, todos manoseaos.

Quizá el antecedente de este trabajo debiera buscarse en otros dos trabajos de Rubén, hechos en interiores ambos, Casa a crochet y Objetos olvidados. En esta oportunidad, Romano sale a la calle, a la autopista, a la ruta. Recorre el país sin prisa, y va cosechando, en cada sitio donde detiene el automóvil, una imagen que formará parte, pieza a pieza, de una identidad nacional, monumental como las distancias recorridas.

Y cierra con la imagen del niño con remera de Boca, y máscara de Diego, con los ojos y las fosas nasales sangrantes. Monumento, símbolo, síntesis, nos guste o no. También mortuorio, claro.

Gustavo Ciancio, agosto de 2023